10 de junio de 2014

Ya es hora

Ya es hora.

Si Dios es omnisapiente y dictó las reglas morales que debíamos observar, ¿por qué dejó fuera cosas tan importantes como: no violarás, no abusarás de los niños, no tendrás esclavos, no discriminarás, no harás la guerra o respetar las otras religiones? Si Dios odiaba eso, ¿por qué no lo dijo? Si en aquél entonces no lo odiaba, ¿por qué cambió de parecer? Jesús, que curó enfermos, ¿por qué no enseñó reglas básicas de higiene que habrían evitado millones de muertes hasta que aprendimos a llevarlas a cabo?

No hay absolutamente nada, en toda la Biblia, que se asome a un mínimo conocimiento, no digamos divino, sino simplemente nuevo, algo que no supiera la humanidad de aquella época. Lo que en ella se encuentra es errado desde el punto de vista científico, de dudosa o nula historicidad e incluso inferior en todo aspecto a la filosofía griega, a la legislación romana y a la moral budista.

Observa la Biblia objetivamente y pregúntate si no podrías tú mismo dictar muchas mejores reglas morales.  Eres más moral que tu dios porque has nacido en una sociedad secular. Las sociedades religiosas históricamente han sido y siguen siendo bárbaras, crueles, retrógradas e injustas a todas luces. Cuando te horrorizas de que el Islam aplique penas infamantes, estás viendo el pasado del cristianismo, un pasado no tan lejano como la inquisición sino el de apenas hace un siglo en las penas por blasfemia, la cárcel que sufrieron los homosexuales y el ostracismo que todavía existe para los ateos en muchas partes del mundo.

La libertad religiosa no es un derecho que haya nacido de la misma moral religiosa. La Biblia lo prohíbe en el primer mandamiento y manda lapidar al que te hable de otros dioses. Si hemos avanzado moralmente no ha sido por la Biblia, sino a pesar de y en contra de ella. La moral secular, no la religiosa, es la que ha dejado atrás las leyes inmorales de aquél pueblo de pastores ignorantes. El amor al prójimo, la frase más repetida de Jesús, todavía no aplica para los homosexuales y gente de distinta raza o religión.

Aquellos que viven de tu diezmo seguirán afirmando que la moral humana es limitada y la divina es la correcta. Ajustarán su lectura de la Biblia y la reinterpretarán para que concuerde con esta nueva ética contra la cual lucharon con todo y solo hasta que fueron rebasados por la sociedad estuvieron dispuestos a aceptar. Con total deshonestidad intelectual dirán que Dios lo quiso así desde el principio y tú les creerás... si quieres seguir creyendo.

Ya es hora de que levantes la cabeza y aceptes lo obvio, que tienes la religión que tus padres te enseñaron como verdadera de niño, cuando aún no podías aplicar un juicio crítico como el que puedes hacer hoy, de adulto, sobre cualquier otra religión; que la Biblia no es sino la colección de mitos de gente primitiva que ya no tienen cabida en el mundo actual; que los mismos que te quieren convencer que Dios te dará todo lo que necesites, no viven de la providencia divina que predican sino de tu dinero; que te han convencido de que debes temer hasta de tus propios pensamientos para que aceptes y hagas lo que ellos te digan que tienes que hacer y pensar; que no necesitas sino de empatía y compasión para tener una vida decente; que no necesitas de un hada madrina invisible que te cuide ni una cohorte de ángeles que te salvarán o dejarán morir de idéntica forma como opera el azar; que tu naturaleza humana, tu cuerpo, tu sexualidad, tus sentimientos, tus actos y tus pensamientos no son observados ni juzgados ni anotados en un libro celestial por el cual rendirás cuentas al morir; que los sucesos malos de la vida no son ninguna clase de prueba orquestada de tu fe ni los buenos son una bendición especial, por bien que se sienta pensarlo; y que tienes una sola oportunidad para vivir, la cual puedes aprovechar al máximo o desaprovechar agachando la cabeza y sacrificando tu humanidad, viviendo en el temor, la superstición, la ignorancia y el odio.

Si no puedes levantarte y mirar de frente al mundo, como adulto, sigue pues hincado, orando con los ojos cerrados, temiendo, sacrificando tu dignidad y moral humana, regalando tu dinero y perpetuando mentiras.

Enoch Alvarado